Historia del metal duro

El carburo de wolframio fue descubierto por el químico y Premio Nobel francés Henri Moissan en 1897 quien, en su búsqueda del diamante artificial, mezcló partículas metálicas de Wolframio y de azúcar (por su contenido de carbono) y, calentando la mezcla a elevada temperatura, obtuvo el Carburo de Wolframio/Tungsteno; una masa azul oscura de una gran dureza. Sin embargo aunque registró su descubrimiento e identificó los componentes, su extrema fragilidad lo hacía inoperante.

Desgraciadamente las guerras son siempre las grandes impulsoras de los avances técnicos. Durante la Primera Guerra Mundial se hicieron algunos experimentos en Alemania, sintetizando partículas de carburo de wolframio. Se prensaron en varias formas a alta presión y se trataron térmicamente. De nuevo el producto resultante fue demasiado frágil para procesarlo industrialmente.

Fue en 1923 que los ingenieros Karl Schröter Baumhauer de la compañía berlinesa de bombillas Osram (licenciada por General Electric) lograron sintetizar un producto con base Carburo de Tungsteno con la adición del 10% de cobalto. El cobalto dio tenacidad a la aleación resultante lo que permitía su uso industrial.

En el año 1926 la empresa alemana Krupp descubre el carburo cementado, presentándolo en la feria de Leipzig en 1927 con la denominación de Widia. En los años 30 comenzó su aplicación práctica como material de corte, con un 90% de carburos de gran dureza (inicialmente carburo de tungsteno) y cobalto a modo de aglutínate- El material pulverizado es prensado y sinterizado, uniéndose entonces con el aglutínate- Por aquel entones se soldaban pequeñas placas de carburo cementado en mangos de herramientas, para formar así la herramienta de corte.

Sin embargo, no fue hasta la Segunda Guerra Mundial que hubo máquinas potentes y demanda suficiente para fabricar armas y elementos de transporte.

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